Para conseguir una
comunicación emocional se debe
hablar con y para las emociones,
verbal y corporalmente. Para ello debemos:
-
Cuidar el lenguaje
no verbal: que la mirada sea cálida, el tono de voz suave, postura corporal
abierta y receptiva, que inspiren confianza empática.
-Buscar una congruencia total entre lo que se dice
y cómo se dice.
-Procurar que el momento de escuchar sea total, practicar una escucha activa, sin censura,
mostrándole al interlocutor que está con él al 100%.
-Emplear estrategias de comprensión empática: tratar de
entenderlos para que se sientan entendidos, ponerse en su lugar, comprender lo
que quiere y siente la persona en cada momento.
-Emplear preguntas abiertas, indirectas (frente a las directas).
-Primar la calidad
humana, credibilidad, confianza, ilusión y motivación por el trabajo.
-Mostrar una actitud
respetuosa, afable, afectuosamente
amigable.
-Transmitir sentido, necesidad en los alumnos frente a las tareas
que se proponen, despertar su interés por “querer hacerlo”.
-Posicionarse en un plano de igualdad comunicativa con los ellos.
-Cuando haya que reprobar una
conducta, desaprobar esa conducta, no a
la persona.
-Evitar las “etiquetas” pues están cargadas de prejuicios.
-No emplear el chantaje emocional. Es peligroso. Genera
culpa, modela la conducta y no ayuda a cambiarla.
-Desterrar completamente el grito de la práctica docente. Si no
nos gusta que nos griten….¿por qué lo
hacemos? Sustituirla en lo posible por la prescripción marcando límites.
Se trata de “exigir con mucho
cariño, pero exigir con todas las letras”
(Nuevos Escenarios para el Docente – Colección: Fundación
Carme Vidal Xifre de Neuropsicopedagogia)